miércoles, 2 de febrero de 2011

Se los tragó el lodo

Homenaje a los que perdieron la vida
en catástrofes climatológicas,
en especial, al huracán Mitch
I

Una parte de la maqueta terrestre se rompió,
el dueño y Señor estaba aburrido, quería jugar,
ya no se divertía viendo cómo en algunos
rincones de la tierra juegan a soldaditos.
¡Matándose unos a otros!
Echó más agua sobre sus harapientos cuerpos,
estrangulándoles las ilusiones.
Sopló tan fuerte que el cartón piedra de la maqueta se abrió,
engullendo a claveles inocentes, envueltos con escombros y barro.

¡Se evaporaron sus perfumes puros, con la asfixia del lodo!
El cartón de su creación no resultó ser tan fuerte.
¡Se ahogaron los más desgraciados!
Materialmente débiles de recursos, los muñecos,
de segunda fila, usados por la inmundicia de esa sociedad privilegiada.
Esos pobres ilusorios, con sus moradas en las nubes,
el único mal que derramaban era ¡soñar…sueños!
Soñar cómo desechar las cadenas de la miseria.

¡Querido Patriarca! Para evanecerte,
has puesto a prueba parte viviente de tu tablero.
¡Omnipotente Señor! ¿Por qué?
¿Hacía falta todo esto para poner a prueba
la bondad de tu creación? Ese barro que un día diste vida.
¿Hacía falta tal desastre?
Yo te digo: ¡querido Padre! y perdona mi altivez.
Siempre habrá hombres, mujeres y niños, que corones sus sienes
de verdes ramas y deshojen a la margarita en el océano,
¡esa gota de agua de rocío!
Ellos, que mataban las horas hambrunas en su taller de sueños,
todo ese sustento ¡Tú, se lo arrebataste!

¡Dejasteis de comer miserias!
El barro emparedó vuestras gargantas.
Vuestros espíritus derraman perfumes de alelíes y rosas blancas,
en los mares de algodón.

¡Podías haberlo evitado!
Has puesto a prueba la bondad de nuestros corazones,
la generosidad de nuestros espíritus,
¡estará contento!




II

Tú sabes que no puedo odiar, pero estoy lleno de rabia, ¡enojado!
Mi corazón anegado en agua, vertiéndola está, por las cascadas de mis ojos.

Mis labios, una rosa blanca,
por los inocentes que marcharon al país sin retorno.
¡Perdóname Padre! Pero no soporto que siempre paguen los mismos
Las florecillas poco agraciadas, que como en una película están,
para hacer bulto.

Se nos etiqueta de mezquindad, lujuria, envidia y avaricia,
todos los pecados capitales, o sea, destructores del género humano.

Pero yo os pregunto a Vos:
¿quién ha envenenado al infinito, para hacer esta escabechina inmunda?
El infinito, esa carpa que lubrica terror, flotando en su atmósfera, una brisa
de llanto y dolor.

Queda impregnado tu tablero de amargura y desolación,
desconsuelo total por los cuerpos sin vida.

¡Nosotros no hemos sido!
¿Quién pudo hacer tal atrocidad?
Que de repente la madre Tierra abrió sus entrañas tragándose las humildes
florecillas silvestres.

Prefiero lo silvestre, pero puro,
que refinado, con alma negra.

Con mi alma conmovida, y mi corazón desgarrado
a Vos os digo que el perfume que exhaló el aire de sus alientos,
¡no morirá!

El rocío de sus espíritus navegará a toda vela,
donde los vientos esparzan su sabor a vegetación húmeda
de costa a costa del planeta.

Nuestros sentidos, embriagados con el aroma de su recuerdo,
avivando está la hoguera de nuestros corazones.
¡Vuestro recuerdo en el aire queda latente!

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